martes, 16 de agosto de 2016

OPINIÓN SOBRE EL DILEMA ÉTICO Y EL DESARROLLO DE PRIMAL FEAR


Para manifestar nuestra postura respecto al modo en que Martin Vail ejerce la profesión, debemos tener presente cuál es su teoría del caso en la defensa de Aaron Stampler. De acuerdo a la definición de Julián López Masle, la teoría del caso es “la mejor versión alternativa a la versión de los hechos de la acusación que pueda ser elaborada por la defensa con base en la prueba verdadera, legítimamente acumulada durante la investigación y rendida ante el tribunal” [1]. Entonces, a partir de los elementos otorgados por dicha definición, podemos cuestionarnos cuáles son los límites de Vail para conseguir que su verdad sea la que prime a la hora de la sentencia.

Su teoría del caso fue construida a partir de su instinto como abogado defensor, creyendo desde un inicio en la inocencia de su cliente, incluso otorgándole el estatus de víctima de lo que él creía era la verdad. Pues bien, en el afán de defender a toda costa lo que era la verdad que su cliente otorgaba, cae en actitudes que nosotros como equipo creemos que son cuestionables desde el punto de vista ético.

En primer lugar, creemos que un abogado no puede utilizar como artimaña para la consecución de un fin determinado, la obtención de pruebas que escapan de aquello que está permitido. Un ejemplo en el fin de que el equipo de Vail cae en este juego es la extracción de la película que en definitiva delataría el motivo por el cual, posiblemente, el Arzobispo podía ser asesinado; el método que utiliza el asociado de Vail es robar la cinta que tenía el Arzobispo para descubrir qué significaba la cifra que le estampó el asesino y que revelaría el móvil del asesinato. Otra situación, es el mentir para conseguir una pista en su investigación, cuando envía a su asociado a revisar el departamento de Stampler, miente para saber las condiciones en que vivía su defendido; al tomar conocimiento de que no vivía solo y tenía antecedentes que se podían aportar, van más allá y persiguen de manera matonezca a dicho sujeto para que le revelase algún dato respecto de la investigación, lo cual es conseguido aunque no de modo fácil. Esto nos revela que en materia probatoria, si bien hay obtención de lo que son las pistas que iluminan lo que realmente podría haber sucedido, no puede ser el mecanismo el acudir solo a la prueba ilícita para mantener la teoría del caso, no es sano para el ejercicio profesional jugar con el limbo entre lo que está permitido, lo que creemos correcto y lo que moralmente se debería hacer.

En conclusión, el dilema ético principal que nos plantea el abogado Vail, no es tanto en la relación que tiene con su cliente, a pesar de que creemos que planteó la teoría del caso de una manera ciega y acorde a todo lo que le manifestaba su cliente, sin dudar siquiera de su credibilidad. El dilema principal, es para nosotros entonces, las conductas que lleva a cabo como consecuencia de esta determinación que tiene de defender a su cliente, teniendo una mala relación profesional -éticamente hablando- con los demás intervinientes del proceso, como son su conducta frente al tribunal, la contraparte y la forma en cómo obtiene las pruebas.

[1] LÓPEZ Masle, Julián. “La defensa del “culpable” en la ética profesional del defensor penal” en “Una vida en la Universidad de Chile. Celebrando al profesor Antonio Bascuñán Valdés”. P. 522

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